A pocos se les puede escapar, salvo a los que prefieren huir de la realidad para ser más felices, que los empresarios españoles y las multinacionales que operan en nuestro país estaban esperando esta reforma laboral como se espera ver llover en Aragón desde hace meses. La devaluación del factor trabajo alcanza con esta reforma límites impensables hace poco, y las barreras legales y adminsitrativas que impedían que el empresario impusiera su “santa” voluntad, están desaparecidas.
Un ejemplo real. Finales del mes de febrero, empresa de unos diez trabajadores del sector de artes gráficas, ubicada en Zaragoza. El empresario anuncia al delegado de personal que va a presentar un ERE de 200 días de suspensión de contratos para cada uno de los trabajadores. Entrega al delegado de personal cuatro papeles contados con información económica de la empresa. El ERE no se sostiene jurídicamente por ningún lado (antes de la reforma se han combatido con éxito muchos de esos), pero el delegado de personal y el sindicato ya no tienen a quién acudir para contárselo. La Subdirección Provincial de Trabajo ya no intervendrá ni decidirá. Los trabajadores se muestran indignados y el delegado transmite al empresario ese malestar. La respuesta del empresario es, saltándose al delegado de personal, entrar en el taller y decir a los trabajadores: “Si no os gusta el ERE no tengo ningún problema. Lo retiro pero a continuación os descuelgo del salario del convenio y os pongo a todos a Salario Mínimo Interprofesional”. Los trabajadores, lejos de indignarse más o movilizarse, obligan al delegado de personal a firmar el ERE.
La reforma laboral no busca crear empleo ni a corto, ni a medio ni a largo plazo. Eso lo saben bien quienes la han ejecutado y quienes la han forzado. La reforma laboral, junto con el deterioro de los servicios públicos, busca la devaluación de la mayor parte de la ciudadanía, los trabajadores, como forma de competir en el mundo globalizado.
Ese es el modelo de país que quieren unos pocos y precísamente el modelo que el movimiento sindical, junto con las clases trabajadoras, debemos combatir. Para ser productivos no nos tenemos que empobrecer. Es, simplemente, mentira.