martes, 20 de marzo de 2012

A UN MES VISTA DE LA REFORMA LABORAL

Según datos de la Consejería de Trabajo de Cataluña, los ERE se han triplicado desde la entrada en vigor de la Reforma Laboral del Gobierno del PP, en comparación con el mes anterior al de su entrada en vigor.

A pocos se les puede escapar, salvo a los que prefieren huir de la realidad para ser más felices, que los empresarios españoles y las multinacionales que operan en nuestro país estaban esperando esta reforma laboral como se espera ver llover en Aragón desde hace meses. La devaluación del factor trabajo alcanza con esta reforma límites impensables hace poco, y las barreras legales y adminsitrativas que impedían que el empresario impusiera su “santa” voluntad, están desaparecidas.

Un ejemplo real. Finales del mes de febrero, empresa de unos diez trabajadores del sector de artes gráficas, ubicada en Zaragoza. El empresario anuncia al delegado de personal que va a presentar un ERE de 200 días de suspensión de contratos para cada uno de los trabajadores. Entrega al delegado de personal cuatro papeles contados con información económica de la empresa. El ERE no se sostiene jurídicamente por ningún lado (antes de la reforma se han combatido con éxito muchos de esos), pero el delegado de personal y el sindicato ya no tienen a quién acudir para contárselo. La Subdirección Provincial de Trabajo ya no intervendrá ni decidirá. Los trabajadores se muestran indignados y el delegado transmite al empresario ese malestar. La respuesta del empresario es, saltándose al delegado de personal, entrar en el taller y decir a los trabajadores: “Si no os gusta el ERE no tengo ningún problema. Lo retiro pero a continuación os descuelgo del salario del convenio y os pongo a todos a Salario Mínimo Interprofesional”. Los trabajadores, lejos de indignarse más o movilizarse, obligan al delegado de personal a firmar el ERE.

La reforma laboral no busca crear empleo ni a corto, ni a medio ni a largo plazo. Eso lo saben bien quienes la han ejecutado y quienes la han forzado. La reforma laboral, junto con el deterioro de los servicios públicos, busca la devaluación de la mayor parte de la ciudadanía, los trabajadores, como forma de competir en el mundo globalizado.

Ese es el modelo de país que quieren unos pocos y precísamente el modelo que el movimiento sindical, junto con las clases trabajadoras, debemos combatir. Para ser productivos no nos tenemos que empobrecer. Es, simplemente, mentira.

CRISIS, ¿QUÉ CRISIS?

Los denominados “años buenos” para el Estado del Bienestar y los derechos de los trabajadores fueron los comprendidos entre 1946 y 1975, curiosamente, años en los que los españoles vivíamos sometidos por una dictadura que ha provocado un retraso social, económico, cultural y productivo que hoy nos pasa más factura que a otros países de nuestro entorno.

El Estado del Bienestar, y por tanto el aumento de los derechos de las clases populares en el mundo industrializado, comenzó cuando los trabajadores empezaron a representar una seria amenaza para los intereses capitalistas. Este “miedo” de los poderes económicos y políticos queda representado en la frase que Dwight Eisenhower escribió en 1954: “Si algún partido político intentase abolir la seguridad social, el seguro de desempleo, y eliminar las leyes del trabajo y los programas agrarios, no volverías a oír hablar nunca más de ese partido político. Por supuesto que hay un minúsculo grupo que supone que se pueden hacer esas cosas, sobre todo de entre los hombres de negocios. Pero su número es desdeñable y son estúpidos”.

¿Cuándo y cómo empezó a cambiar todo? ¿En que momento los que creían que todas esas cosas podían hacerse se convirtieron en mayoría frente a los que pensaban como Eisenhower? En 1971, y en el seno de una comisión mundial del comercio, se advertió sobre el avance de las ideas contrarias al “sistema de libre empresa”, y se propuso una campaña para combatirlas, sobre todo en el terreno de la educación. Un empresario dijo: “Pero no deberíamos desechar la acción política mientras aguardamos el cambio gradual en la opinión pública, que debe lograrse a través de la educación y la información. El mundo de los negocios debe aprender la lección. La lección de que el poder político es necesario; que este poder debe ser asiduamente cultivado y que, cuando sea necesario, debe ser utilizado agresivamente y con determinación”.

La educación, la utilización del lenguaje y los medios de comunicación, han sido los arietes con los que los poderes económicos han derribado las barreras mentales de la clase trabajadora, y por tanto nuestra fuerza.

Combatir todo esto es lo que nos permitirá ver la luz.

LOS TRABAJADORES COMO AMENAZA CREÍBLE FRENTE AL CAPITAL

Los denominados “años buenos” para el Estado del Bienestar y los derechos de los trabajadores fueron los comprendidos entre 1946 y 1975, curiosamente, años en los que los españoles vivíamos sometidos por una dictadura que ha provocado un retraso social, económico, cultural y productivo que hoy nos pasa más factura que a otros países de nuestro entorno.

El Estado del Bienestar, y por tanto el aumento de los derechos de las clases populares en el mundo industrializado, comenzó cuando los trabajadores empezaron a representar una seria amenaza para los intereses capitalistas. Este “miedo” de los poderes económicos y políticos queda representado en la frase que Dwight Eisenhower escribió en 1954: “Si algún partido político intentase abolir la seguridad social, el seguro de desempleo, y eliminar las leyes del trabajo y los programas agrarios, no volverías a oír hablar nunca más de ese partido político. Por supuesto que hay un minúsculo grupo que supone que se pueden hacer esas cosas, sobre todo de entre los hombres de negocios. Pero su número es desdeñable y son estúpidos”.

¿Cuándo y cómo empezó a cambiar todo? ¿En que momento los que creían que todas esas cosas podían hacerse se convirtieron en mayoría frente a los que pensaban como Eisenhower? En 1971, y en el seno de una comisión mundial del comercio, se advertió sobre el avance de las ideas contrarias al “sistema de libre empresa”, y se propuso una campaña para combatirlas, sobre todo en el terreno de la educación. Un empresario dijo: “Pero no deberíamos desechar la acción política mientras aguardamos el cambio gradual en la opinión pública, que debe lograrse a través de la educación y la información. El mundo de los negocios debe aprender la lección. La lección de que el poder político es necesario; que este poder debe ser asiduamente cultivado y que, cuando sea necesario, debe ser utilizado agresivamente y con determinación”.

La educación, la utilización del lenguaje y los medios de comunicación, han sido los arietes con los que los poderes económicos han derribado las barreras mentales de la clase trabajadora, y por tanto nuestra fuerza.

Combatir todo esto es lo que nos permitirá ver la luz.